La geometría de la vida
Geometría es el estudio de aquellos conceptos que resultan invariantes por algún grupo de transformaciones.
Hemos tomado como ejemplos la geometría euclídea del plano y la geometría no euclídea, bautizada como hiperbólica, del semiplano de Poincaré.
Pero este blog no va dirigido a matemáticos: su objetivo es familiarizar con el lenguaje geométrico como herramienta para mejor comprender la vida y eso que llamamos mundo.
Si aceptamos, como principio, que la vida es una geometría, aunque no sepamos cuales son sus puntos y sus rectas, ni todas las transformaciones que en ella ocurren, nuestro objetivo debería ser tratar de descubrirlo y, aunque sea de manera aproximada, discernir los invariantes de la vida; porque lo no invariante serán ilusiones, apariencias, lo evanescente, lo irreal, lo falso.
Todos sentimos la atracción de lo real, de la verdad, el ansia de ser; pero esa atracción choca permanentemente con la contradicción que mencionaba el profesor Sancho: pertenece a la estructura de la verdad el tener la apariencia del error y al error la apariencia de la verdad. Así, con frecuencia, en las acciones humanas las cosas parecen exactamente lo que no son.
Por eso, aunque no conozcamos la totalidad de las transformaciones que operan en la geometría de la vida humana sí conocemos algunas: dado que el tiempo es una dimensión del mundo en que vivimos, las traslaciones temporales son una parte de esas transformaciones.
Por tanto, un primer requerimiento de cualquier invariante vital es que, al menos, sea invariante por el paso del tiempo: lo que cambia o desaparece con el tiempo no parece que deba ser un objetivo vital porque sería perseguir una ilusión evanescente.
Claro que este primer filtro, la invariancia temporal, ya deja fuera muchos conceptos, como la salud, la juventud, la belleza física, etc. En cambio, pasan el filtro algunas obras artísticas, tanto plásticas como literarias o musicales; los actos de amor, en el sentido del griego agapé, amor entrega, porque son esencialmente atemporales; como lo es el placer derivado del aprendizaje, especialmente el intelectual; o la relación madre/padre-hijo.
El método geométrico aplicado a la vida nos ayuda, pues, a discernir lo verdadero, lo que tiene sentido, lo real, de lo aparente o irreal.
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