Sobre la inmortalidad del alma (Platón en el diálogo Fedro)
Sobre la idea de alma se debe decir los siguiente: cómo es realmente, sería un relato totalmente divino -es decir, propio de los dioses- y a la vez muy largo. (Fedro, versículo 246a).
Así reconoce Platón, por boca de Sócrates, que el lenguaje humano no permite dar una definición precisa de eso que llamamos alma.
Sin embargo afirma, y demuestra, que toda alma es inmortal en los dos versículos anteriores, 245c y 245d, partiendo de cómo decimos de un cuerpo que tiene o no tiene alma.
Decimos de un cuerpo que es inanimado, es decir que no tiene alma, si el movimiento le viene de fuera; mientras que decimos que es animado, es decir que tiene alma, si le viene de dentro, si su movimiento es endógeno.
Esta asociación entre alma y movimiento es la clave de su demostración de la inmortalidad.
En primer lugar, afirma que lo que siempre se mueve es necesariamente inmortal -si es que existe algo así, añado yo-. Pero tanto lo que mueve a otro, como lo que es movido por otro, deja de vivir cuando para de moverse.
Solamente, lo que se mueve a si mismo no puede dejar de moverse, porque si se parara dejaría de ser lo que es: lo que se mueve a si mismo. Luego lo que se mueve a sí mismo es inmortal; y además, debe ser el origen o principio del movimiento, pues si el principio de movimiento fuese otro, ya no sería lo que se mueve a sí mismo.
Por ser principio, es también ingénito, es decir no creado, porque si fuera creado a partir de otra cosa ya no sería principio.
Concluye, pues, que lo que se mueve a si mismo es inmortal e ingénito; y también el principio de todo movimiento.
Por tanto, teniendo en cuenta lo dicho al principio sobre cuerpos animados e inanimados, dice Platón que nadie debería tener reparos en afirmar que lo que se mueve a si mismo es lo que constituye la esencia o naturaleza (ousia) y el sentido (logos) del alma; y si es así que lo que se mueve a si mismo no es otra cosa que el alma, concluye que el alma es ingénita e inmortal.
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